PEQUEÑOS MILAGROS

Sinopsis Rosalía, una cajera de Buenos Aires, descubre que es un hada. Desde ese momento trata de descubrir cuáles son sus capacidades y cómo volver al mundo al que ella cree pertencer.

      Uno supone que para cazar un hada no debe hacer nada de ruido. Se las imagina volando por el bosque, huyendo a la mínima señal que anuncie la presencia del hombre. Gracias a esa capacidad para huir deben haber conseguido construir su leyenda.

     Eliseo Subiela sale a la caza de una con una historia llena de ruido. Es cierto que procura que nada la espante y para ello crea un entorno en el que los personajes son ciegos o viven solos, hablando con su perro, su odio o el miedo al paso del tiempo. Pero el problema es que, en ese montaje se nota demasiado la presencia del propio Subiela. Como si hubiera montado un teatro negro y él estuviera moviendo las piezas vestido de blanco.

     Se notan demasiado las costuras, las simetrías, las intenciones. Desde el comienzo es tan evidente el contraste entre el que busca vida en el espacio y la presencia de hadas bajo su nariz que hubiera sido necesario un buen golpe de guión para superar ese truco. Ese truco no sólo no se olvida, sino que queda empequeñecido por otros más obvios y fáciles, como la presencia de los dos ciegos en la película. La historia se rompe con frases como la de don Francisco, diciendo que "perder la vista fue un don de Dios y desde entonces he descubierto muchas cosas". Que los ciegos sean los primeros en ver las hadas es otro truco sensiblero y tramposo.

     Hay momentos muy buenos en la pelicula pero estos no la consiguen justificar. Es buena la idea de que la hada sea hija de padres separados, que trabaje en un supermercado, que quiera tener un hijo, que tenga problemas de dinero y sea tímida con los hombres. Ese es un inicio que rebaja la intención de la película y que nos acerca más a Rosalía que a la hada que representa. El problema es que alrededor de este arranque Eliseo crea demasiados añadidos superficiales. Sobra el personaje de don Francisco ,únicamente creible cuando Rabal recita un poema, antes de volver a la simple declaración de amor por Rosalía. Sobran las tres hadas. Sobra ese personaje plano que mira a las estrellas. Sobran, en fin, demasiadas cosas.

     En medio de esa historia que se hunde por momentos, Eliseo echa mano de uno de sus mejores recursos : esos diálogos sin respuesta de sus personajes. Es imposible no acordarse de "El lado oscuro del corazón" cuando escuchamos a Rosalía hablar con la gente a la que cobra. Se produce en esos momentos una extraña quiebra que revela la intrascendencia de las conversaciones comunes. Hemos escuchado a Rosalía hablar y hablar, pero es en esos momentos cuando tenemos la sensación de que está diciendo algo. No es que sea diferente, sino que en los primeros casos parecen palabras que requiere la situación, mientras que en los segundos desaparece todo y sólo se la escucha hablar. Es la palabra que sabe que no va a ser entendida ni devuelta pero que tiene que ser dicha.

     Eliseo hace que Rosalía sepa que es un hada gracias a sus pequeños milagros. Basándose en eso y en la música pretende crear el clima favorable para que creamos lo que nos cuenta.

     Pero no es ese el punto de vista para hablar de las hadas. Un tema tan volátil debería ser tratado desde otro punto de vista. Es difícil creerse a las hadas de Eliseo. Diferente sería si el que nos hablara de las hadas fuera Bukowski. En ese caso acercaríamos más el oído y trataríamos de enterarnos de las claves para descubrir a una de ellas entre los vagones del metro, los cruces de los semáforos, las colas del paro, los pasillos de un hospital o los asientos contiguos del cine.

     No necesita nada de lo que Eliseo emplea para creernos que existen las hadas. En el fondo, lo único que hace falta es ver a Rosalía sonreír para creer en cualquier cosa. Si en hadas, en hadas, si en brujas, en brujas, en brujas, si en diosas, en diosas, si en el bien, en el bien.

     Todo lo que se aleja de esa sonrisa amplia y viva sobra. Hasta la historia. ¿No bastan unos hombros desnudos para empezar un mundo nuevo desde ellos? Nada tan silencioso.

portada